EL
MUNDO
24 octubre
2016
Cristina G. Lucio
No sólo la piel pierde firmeza y elasticidad a medida que pasan
los años. También el cerebro sufre un efecto similar con el correr del tiempo,
según acaba de sugerir una investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Según
los datos de este trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de
Newcastle (Reino Unido) y la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil),
cuando envejecemos disminuye la tensión en los pliegues de la corteza cerebral,
el tejido se vuelve más laxo. Esta pérdida de firmeza es aún más pronunciada -y
aparece de forma más precoz- en los pacientes con Alzheimer, un hallazgo que,
según los investigadores, puede ayudar a comprender mejor la arquitectura del
cerebro y diagnosticar de forma anticipada las enfermedades neurodegenerativas.
Los
científicos llegaron a esta conclusión después de estudiar y mapear los
pliegues del cerebro de alrededor de 1.000 individuos a través de una
resonancia magnética y utilizando un algoritmo para el análisis.
Investigaciones
previas habían demostrado que, en los mamíferos, los pliegues de la corteza
cerebral, el tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios,
responden a unas leyes universales; es decir, pese a que su tamaño y su forma
son diferentes, todos siguen un mismo patrón de plegado.
Dado
que una de las muestras más claras de la evolución del cerebro es la expansión
y el desarrollo de la corteza cerebral, los investigadores, dirigido por la
científica Yujiang Wang, de la Universidad de
Newcastle, quisieron comprobar si estas reglas de plegado también se cumplían
en los seres humanos, cuyo cerebro está más plegado que el de otros animales.
"El
trabajo muestra que el ser humano sigue el mismo patrón observado en otros
mamíferos", ha explicado Marcos Llanero, coordinador del Grupo de Estudio
de Neurogeriatría de la Sociedad Española de
Neurología (SEN). "Este plegado es la solución que ha encontrado la
naturaleza para aumentar la superficie cerebral sin tener que disponer de una
cabeza más grande", ha aclarado el especialista.
Con
estos datos en la mano, y valiéndose de modelos matemáticos, los investigadores
utilizaron los patrones definidos para estudiar cambios en los cerebros humanos
y evaluar hasta qué punto la edad y otros factores como el género ejercían
alguna influencia. Así identificaron un parámetro, definido como tensión de la
superficie cortical, que parecía disminuir con el paso de los años.
"Podría compararse con la piel. A medida que envejecemos, esta tensión
también caía y el tejido se mostraba más flojo", ha señalado Wang en un
comunicado distribuido por la Universidad de Newcastle.
"El
efecto de la edad sobre el cerebro era algo que los neurólogos ya sabíamos. Hay
muchas evidencias de que el cerebro pierde elasticidad con el envejecimiento.
Del mismo modo, también es bien conocido que un cerebro de un paciente con
Alzheimer guarda muchas semejanzas con un cerebro envejecido", ha señalado
el portavoz de la SEN.
"Ahora
tenemos que ver de qué forma pueden usarse estos datos para que la
investigación avance, para conocer mejor, por ejemplo, los mecanismos
implicados en las enfermedades neurodegenerativas. De momento, estos hallazgos
son muy preliminares y es prematuro decir si podrán ser útiles para la práctica
clínica en el futuro", ha añadido.
En la
revista científica, los autores remarcan que precisamente el siguiente paso de
sus investigaciones será tratar de averiguar si los cambios detectados pueden
utilizarse de alguna manera como indicadores precoces de enfermedad.